11/12/14

El Hobbit: la batalla más larga y el accidentado último viaje de Peter Jackson por la Tierra Media

Hoy se estrena en Chile El Hobbit, La Batalla de los 5 Ejércitos, y como tuve la suerte de ver la avant premiere, me siento obligado a dejar mis impresiones, que espero sean algo más breves que el trabajo de los montajistas de Peter Jackson. Parto por reconocer que, siendo un fanático tolkeniano desde hace un cuarto de siglo, la experiencia supuso el fin de un ciclo, que para mí comenzó el 3 de enero de 2002, en el estreno de la Comunidad del Anillo. Este martes tuve la oportunidad de emocionarme por última vez, esperando la entrega final del único ser humano que ha sabido llevar a buen puerto la empresa (casi imposible) de adaptar la obra de JRR Tolkien al cine.

Ni siquiera me molestaron en esta oportunidad los nerds mediocremente disfrazados de hobbits, ni la imposibilidad de sumarme a ellos liberando mis pies peludos de la opresión de los zapatos después de un largo día de trabajo. Lo que sí me perturbó un poco fue el 3D. No consigo encontrarle la gracia al efecto de recortar los escenarios a la usanza de los viejos cuentos volumétricos de cartón. En términos generales, los primeros minutos en que el dragón Smaug desolaba a la ciudad del Lago, me parecieron más bien mercanchifleros, con los relieves que no aportaron al realismo a la aldea, sino todo lo contrario. No me gusta que los muros de piedra parezcan de papel maché, y creo que el cine tradicional se presta mejor a nivel de Gestaldt para la ilusión. Las actuaciones de los extras resultaron particularmente poco convincentes, e incluso descuidadas.

Antes de seguir, me gustaría recalcar un punto: nadie que haya leído El Hobbit, podía esperar que esta tercera entrega fuera edificante. (Alerta de spoiler) La sentencia de Tolkien sobre tres de los personajes más queridos, se cernía implacable e inapelable en el espectador, que tal vez por única vez esperaba tal vez un desliz del guionista para salvar a uno de los condenados. Pero todos sabíamos que Jackson no podía permitirse esa herejía. Dicho esto, no nos quedaba más que esperar un final sombrío.

A mi juicio, la película es la más débil de la saga. Es desequilibrada, no tiene diálogos ni frases para la posteridad, e incluso Gandalf tiene un desempeño pobre y deslucido, en comparación a las otras entregas. La gran batalla, peses a sus 45 minutos y su espectacularidad, no consigue emocionar. Si se trata de material que no debió sobrevivir a la edición,  la incorporación cómica del mezquino Alfrid, el asistente del gobernador, es sólo comparable infausto Jar Jar Binks de la Amenaza Fantasma. A ese nivel.

Otra gran debilidad es que, a diferencia de las partes 1 y 2, la mayoría de los enanos tiene un rol absolutamente secundario. En los entregas anteriores, Jackson había logrado un cierto equilibrio en el reparto de intervenciones de los enanos, y todos tenían su minuto para lucirse. Los hilarantes momentos del gordo Bombur llegaron a estar entre  los favoritos de los fans, y ahora inexplicablemente el director los privó de ese placer. También se extrañan las increíbles secuencias de fuga de los socios de Thorin, que fueron parte del trademark de las partes 1 y 2, y de las que inexplicablemente se prescindió en la 3. Fuera de los dos protagónicos, Thorin y Kili, y de alguna intervención dramática de Balin y Dwalin, el resto de los enanos tiene una participación paupérrima, menor incluso que la del ridículo Alfrid.

Tal vez lo mejor de la película sea la escena en que Galadriel, Elrond, Saruman y Radagast luchan contra los espectros del anillo y contra el mismísimo Sauron. Si bien por ningún momento uno se cree eso de que sea Christopher Lee, con sus 97 años a cuestas, el que combate gimnásticamente con los espectros, se agradece que hayan hecho el esfuerzo de sumar al maestro a esa escena, además de prestarle la voz al maligno Smaug. En esa misma secuencia, es sencillamente notable cómo la dama Galadriel expulsa al lugarteniente de Morgoth, en un tremendo arrebato de poder. Para los connaisseurs queda la alegoría a la "Pietá", en la sutil, pero conmovedora escena en que la dama blanca carga en su regazo al inconsciente mago "caído de su cruz".

Otro punto alto es el Rey Thranduil, que encarna magistralmente esa soberbia élfica que Legolas apenas insinuaba. Pero son Bilbo y Thorin los que se roban la película, y que desarrollan una química notable en sus diálogos y escenas compartidas. En particular el rey de los enanos logra convencer cuando el oro le nubla la razón, y emocionar cuando rompe las cadenas familiares que lo ataban a su destino de locura. La sólida construcción de Thorin y su magistral perfil psicológico es una aportación por la que hay que aplaudir a Jackson, y no a Tolkien. Qué duda cabe: el director/productor, con sus ripios y aciertos, hizo un aporte indesmentible a la vasta obra del profesor de Oxford.

Hubiese querido que el cierre de 15 años de trabajos de Jackson en la obra tolkeniana, hubiera tenido un mejor epílogo, pero tal vez sea quejarse de lleno. Me quedo inevitablemente con la sensación de que en la Batalla de los Cinco Ejércitos, Jackson contrajo la enfermedad de George Lukas: se preocupó más por la forma que por el fondo, priorizó la parafernalia sobre el que había sido uno de sus sellos hasta ahora: un guión impecable, sólidamente sustentado en la obra de Tolkien. Y no es que el libreto esté mal hecho, pero aquí los detalles hacen la diferencia. Asperezas que debieran haberse pulido, detalles de ritmo y continuidad sobre los que debieran haber dado más vueltas, hasta dejar su superficie tan liso como "el corazón de la montaña", la gema favorita de Thorin. El mejor ejemplo se encuentra en los últimos minutos, cuando, después de una batalla interminable, cae de pronto el final, abrupto, gris y pobre. (Alerta de spoiler) Hubiésemos querido ver un funeral a la altura del gran Thorin, con el corazón de la montaña entre sus manos... Hubieramos apreciado una enormidad ver al primo Dain coronándose rey de la montaña, con sus enanos embelleciendo las estancias de Erebor, con la gente del lago prosperando bajo la sensata conducción de Bardo, con un rey Thranduil bendiciendo la nueva alianza entre elfos, enanos y hombres. Lamentablemente, nada de eso ocurre, y nos encontramos muy de golpe, de vuelta en la Comarca, en un final que carece de las emociones de la memorable conclusión de la Trilogía del Anillo.

Sabíamos que necesariamente una parte de esto tendría que ocurrir, al convertir un libro de 400 páginas en una trilogía de 600 minutos. A decir verdad, me decepciona un poco que Jackson y su equipo hayan tendido a "relajarse" en el momento más importante. Pero bueno, la historia de idas y vueltas de los hobbits por la Tierra Media tenía que concluir -todos los verdaderos fans lo sabíamos-, con un final lleno de pérdidas. Sin embargo sólo nos queda agradecer por un viaje inolvidable que duró 15 años, y por una aventura que seguirá creciendo en nuestros corazones, hasta que nos toque abordar nuestro último barco en los Puertos Grises.

Por Francisco Bañados P.


   

25/11/14


Del Big Mac a los 5K: el épico desafío de tres sedentarios 

Cada año el running suma más adeptos en la zona, y con ello nuevas carreras se agregan a la agenda deportiva local. La corrida “25 años UDD” realizada este domingo 23 de noviembre en Concepción, fue una buena prueba de que el running es, más que una moda, un estilo de vida que llegó para quedarse. Más de 5 mil ciudadanos desafiaron la lluvia y el viento para participar en esta corrida, que congregó a avezados deportistas, pero también a espíritus inquietos, tal vez no tan preparados en lo deportivo, pero con muchas ganas de probarse a sí mismos.Es el caso de tres periodistas de Diario Concepción, que, sin ninguna formación deportiva, asumieron el desafío de competir sólo para enrostrarle al mundo que podían. Estos fueron los resultados.

Héroe de la chatarra
Daniel Kuschel, 32 años, es un confeso consumidor de comida chatarra, un rubro que conoce bien, pues siendo estudiante trabajó en un local por el que guarda respeto reverencial. Reconoce que tiene una especie de trauma con las ensaladas que arrastra desde su niñez. Así, fue construyendo en su entorno laboral su imagen de referente obligado del sedentarismo.

Sin embargo, algo cambió   en su vida hace 45 días, cuando se enteró de la corrida de la UDD y no dudó en inscribirse en los 5K. Aquí su testimonio:

“Hacía tiempo que el bichito de correr estaba rondando por mi cabeza. Varios amigos  cercanos habían empezado a practicar  running, y sentí que si ellos podían, yo también. Así que, cuando supe de la corrida UDD, no lo pensé dos veces y me inscribí,  sin saber en qué me estaba metiendo”.

“Le comenté mi decisión a mi compañero de sección, Paulo Inostroza, corredor histórico del Diario, para que me diera algunos consejos técnicos. Se entusiasmó tanto que se autodesignó mi entrenador, comentario que llegó a oídos de un par de compañeros de trabajo: Ángel Rogel de Política y Joaquín Urrutia de Economía. Entre broma y broma, pactamos una apuesta:  el perdedor invitaría a comer hamburguesas a los ganadores al Rich. El desafío se volvía serio”.

Rogel se tiene fe
Pese a ser el “más viejo” de los tres, Ángel Rogel se sentía confiado en poder ganar la apuesta. Más importante aún, se creía capaz de sortear bien el desafío deportivo.
“Nunca había participado en una corrida oficial. Mi señora corre con frecuencia, y yo había tratado de empezar a trotar a principios de año, pero me faltaba regularidad. Esta apuesta y esta corrida fueron una oportunidad para ordenarme y motivarme a entrenar con regularidad. A poco andar, tenía claro que podía superar a mis compañeros, a pesar de que eran mucho más jóvenes que yo”.

Bloqueo competitivo
Joaquín Urrutia, 24 años, era el menos convencido de los tres. “Sentí desde el principio que no tenía nada que hacer. No es que mis rivales me impresionaran por sus condiciones atléticas, pero de verdad siempre he sentido que lo de las competencias deportivas no es lo mío. Tengo una especie de bloqueo mental con ellas. A pesar de eso, comencé a prepararme. Me compré zapatillas y ropa deportiva, y nombré como ‘coach’ a Pablo Veloso, el más  ‘fornido’ de mis colegas”.

El factor “K”
Daniel se tomó tan en serio el desafío, que se acercó a una amiga kinesióloga para que lo pusiera al tanto de los riesgos. “Sabía que podía ser un poco peligroso comenzar  a hacer deportes de manera muy intensa , de un día para otro, con la vida sedentaria y de pésima alimentación que llevaba. De hecho, debo reconocer que si bien mejoré los horarios de las comidas y dejé en cantidades algunas cosas como las bebidas con gas, mi alimentación no ha mejorado mucho. Lo que sí pude concretar fueron casi 30 kilómetros de preparación, incluyendo la participación en algunas corridas previas, que me ayudaron a conocer el ritmo que debía llevar para completar el desafío”.

La hora de la verdad
Angel fue el primero en llegar a la Plaza Bicentenario, unos 40 minutos antes que comenzara la Corrida UDD. Pocos minutos más tarde, llegaron Daniel Kuschel y Paulo Inostroza.  Joaquín, sin embargo, nunca llegó al desafío. Más tarde confesaría: “Fue en mi último entrenamiento cuando me di cuenta que no servía para esto. Era más digno pagar las hamburguesas con hidalgía, que hacer un papelón delante de 5 mil personas, entre ellas, ancianos, niños y señoras maduras. Pero creo que el principal culpable fue mi entrenador, que no supo darme la motivación que necesitaba en los momentos clave. Lo culpo a él”.

Para Ángel, el desafío de participar por primera vez en una carrera masiva, fue una motivación especial. “Ya no me importaba la apuesta, ni ganarle a Kuschel, sólo demostrame que podía hacerlo, dignamente. Correr sin parar, mejorar mis tiempos, y llegar entero a la meta. Ese era mi desafío y lo logré. Me siento contento, y muy motivado para seguir mejorando”.

Daniel sintió emociones similares, y de hecho no le importó darse cuenta, en la mitad del recorrido, que Ángel ya le había sacado una ventaja insuperable. Eso sí, reconoce que el último kilómetro fue duro. “En varias oportunidades pensé en detenerme, pero recordé las palabras de Paulo, mi coach: ‘es mejor bajar el ritmo que parar’. Lo hice. Los últimos metros parecían eternos. Estaba empapado y no me podía los pies, pero llegué a la meta. Al otro lado me esperaban Ángel y otros compañeros, quienes me alentaron. A nadie le importaba la apuesta. Yo creo que todos nos sentimos un poquito héroes, y quedamos con toda la motivación para seguir corriendo”.
Que así sea.


15/3/14

El cruce del caos

En su célebre cuento “El Inmortal”  (1949), el escritor argentino Jorge Luis Borges describe una ciudad construida y abandonada por los dioses: una urbe donde impera una arquitectura tan caótica y delirante, que el protagonista sólo puede experimentar sentimientos de angustia, hastío y “más horror intelectual que miedo sensible”.

La descripción de Borges en boca del romano Marcos Flaminio Rufo es elocuente: “Este palacio es fábrica de los dioses, pensé primeramente. Exploré los inhabitados recintos y corregí: Los dioses que lo edificaron han muerto. Noté sus peculiaridades y dije: Los dioses que lo edificaron estaban locos”.

Este relato de ficción puede encontrar correlato en el centro penquista, en la delirante intersección de la Diagonal Pedro Aguirre Cerda con San Martín. Un punto neurálgico donde se da una verdadera paradoja vial, pues allí confluyen una calle con un tráfico mayor al que pareciera soportar (en particular por la locomoción colectiva) y un agradable paseo con aires europeos que une la Plaza de los Tribunales con la UdeC.

Nunca fue éste un cruce “amistoso”, pero desde que se modificó y amplió la primera etapa del  paseo peatonal de la Diagonal en 2012 y se agregaron nuevos cauces vehiculares para la locomoción proveniente de Orompello, la encrucijada cobró un aire casi borgeano, indescifrable para el común de los mortales, salvo quizás para alguna deidad esquizofrénica.

Y es que las múltiples variables que ahora hay que evaluar antes que vehículos y peatones se atrevan a cruzar (entre las que se superponen semáforos oblicuos, signos pare, ceda el paso, pasos cebras y nuevas vías de incierta dirección),  bien pueden generar cuadros de angustia, hastío y “horror intelectual”. Elementos muy potentes para la literatura, pero nefastos para la seguridad de la urbe. No se necesitan inmortales para remediar esta locura, sino uno o dos ingenieros competentes.


Publicado en Diario Concepción el 14 de marzo de 2014.

12/1/14

Heiddeger en la Pencópolis: ¿Por qué permanecemos en la provincia?

En 1933, el prestigioso filósofo alemán Martin Heidegger recibió una invitación para hacerse cargo de una cátedra en la Universidad de Berlín, oferta que rechazó porque se negaba a abandonar Friburgo. Para justificar su decisión escribió el artículo “Por qué permanecemos en la provincia”. Allí explica su fuerte arraigo a la tierra, los campesinos, las  estaciones, en definitiva a una forma de vida más simple y profunda, condición que considera imprescindible para la filosofía, y que a su juicio sería imposible encontrar en la metrópolis.

Un académico santiaguino citó hace algunos años este texto para ilustrar el sentimiento que lo embargaba cada vez que era invitado a dictar una clase en Bío Bío. En el mismo mail, confesaba a sus alumnos:  “En la confluencia de naturalezas externas e internas, en el cruce entre geografía y ser humano, es quizás en donde podemos ver con realidad y potencia, aquello misterioso que llamamos vida.Viniendo del tráfago santiaguino, del destiempo y a-tiempo, Concepción se me presenta fértil, vivible, amable, cordial. En fin, un respiro en el torbellino”.

Resultaba grato leer su visión tan idílica del Gran Concepción, aún cuando a los penquistas la imagen de la ciudad nos resulte muy lejana a la de la campiña heideggeriana. Pese a ello, su mirada era asertiva. La naturaleza no nos ha permitido conservar tesoros arquitectónicos, pero eso nos obliga a mantener un vínculo más fuerte con esta tierra tan movediza, con el mar y sus terribles rebeliones, con nuestros ríos, lagunas y bosques. Concepción, sus contrastes, sus luces y sus carencias, son una sola cosa. Y aunque a muchas veces lo olvidemos, éste es un gran lugar para vivir, para respirar, para hacer familia.























Foto gentileza de http://static.panoramio.com/photos