2/8/10

El camión


Por Francisco Bañados P.

2 de septiembre de 1994, 7:40 de la mañana. Luego de un frugal desayuno frente al monumento a González Videla, caminó hasta tomar la intersección con la carretera y comenzó a hacer dedo en dirección norte. Le dio un poco de lástima partir tan rápido, pues La Serena le pareció una ciudad hermosa y sintió deseos de quedarse a conocerla. Pero si quería encontrar su destino, era preciso darse prisa. Caldera se encontraba a seis horas y media, y ante la remota posibilidad de que el día 3 ocurriese cualquier evento extraño, él debía jugársela el todo por el todo para estar ahí.

Pasaron las horas y comenzó a perder la esperanza de que alguien quisiera llevar a un mochilero tan fuera de estación. Tenía hambre, le dolían las piernas, el sol pegaba fuerte y el agua de su botella plástica se había recalentado. Ya se estaba resignando a pagar un pasaje en bus -y destabilizar así su precario presupuesto- cuando un enorme camión frigorífico se detuvo ante sus narices. Incrédulo aún, corrió hasta la puerta del container, y una mano amistosa lo ayudó a subir. Una vez adentro, quedó sorprendido al observar que cerca de diez personas viajaban allí, como si se tratara de toda la prole de Jonás en las entrañas de la ballena. Se pasó el rollo que el camión pertenecía al gobierno, y que se ocupaba de limpiar la Ruta 5 Norte de los molestos mochileros, que posteriormente eran conducidos a un campo de exterminio. "Que locura", pensó. A penas se había instalado cuando uno de los viajeros sacó de su mochila una botella plástica de Sprite. "Es agua ardiente. La hace mi vieja, en Chiguayante. Toma no más, que yo sepa, nadie se ha quedado ciego todavía". Era el "Bulla", un clásico ejemplar de "los de Abajo", con la camiseta de la U, y una pañoleta azul que le sujetaba el pelo. Junto a él habían dos chicas jugando con una baraja de Tarot. Un metro más allá estaba el "Cannabis", un tipo de barba y con cara de volado, con una guitarra sobre las piernas. A su lado descansaba, estirado cuan largo era, el "Puerto Montt", que estudiaba pedagogía en historia. Completaban la tripulación una pareja de novios que sin duda debían ser alemanes o austriacos, y tres decadentes boy scouts treintones que parecían fuera de contexto.

_¿Adónde vas tú, flaquito?, le preguntó el Cannabis.
_ Voy a Caldera.
_ Ahh... Todos vamos para allá. Mañana el mundo será diferente.

Una de las niñas del tarot lo saludó de un beso en la mejilla. Gabriel reconoció de inmediato esos ojos claros, que tan bonito juego hacían con su tez morena. Se le aceleró el corazón.

_Que buena onda que viniste.
_Yo te conozco... ¡Tú me entregaste la invitación en la fiesta de la Facultad!
_Claro que sí. Esperaba que vinieras, tengo muy buen ojo. Me llamo Maite.
_Yo soy Gabriel.
_Esa onda... como el arcángel.

Sin que nadie se lo pidiera, Cannabis acomodó su guitarra y comenzó a tocar un potpurrí de Victor Jara. Para amenizar, Nahí, la otra chica del Tarot, metió la mano a su mochila y sacó un voluminoso verde. Enseguida comenzó el ancestral ritual de la pipa de la paz. Después de un par de rondas de aspiración y expiración, el Bulla vertió un poco de agua ardiente en un concho de Coca Cola que le quedaba al Puerto Montt. “Para la sed”, explicó.

Más relajado, Gabriel se atrevió a hacer la pregunta del millón.

_Maite, ¿qué va a pasar en Caldera?
_Loco, todos estamos aquí por lo mismo. Mañana va a haber un cambio dimensional. Está escrito en las piedras de nuestra antigua América, desde el principio de los tiempos. Así se lee en una inscripción en la nave principal de Pacal Votan, descifrada recién el año 69. Tras diez mil años de obscuridad en el planeta, comienza la nueva era, la Era de Itzá. Nuestros hermanos de luz nos van a mostrar el camino.
_¿¿WHAT??
_ No trates de entenderlo todo de una. Hay muchas cosas que no sabes y que es mejor que no te sean reveladas aún. Esta noche lo vas a entender todo.

Le empezó a molestar tanta palabrería absurda, pero lo distrajo uno de los scouts sentados más allá, que parecía desesperado por ir al baño. Puerto Montt se le acercó, y como diciéndole con la mirada “scout incompetente”, abrió una caja vacía de vino tinto, que llenó de tibia orina nacional de 40 grado-alcohólicos. El scout, impaciente, tomó la caja y terminó de llenarla. Y ahí quedó la caja Tocornal del futuro profesor de historia, apoyada en el rincón más alejado del camión. Gabriel rogó que el chofer no frenara de golpe.

Después del "Cigarrito" de Víctor Jara, Cannabis siguió con material calado: “Los Momentos” de Eduardo Gatti.

“Nos hablaron una vez cuando niños,
cuando la vida se muestra entera,
que el futuro, que cuando grandes,
ahí murieron ya los momentos,
sembraron así su semilla
y tuvimos miedo, temblamos,
y en esto se nos fue la vida”.

De inmediato Gabriel recordó sus paseos en la playa con sus compañeros de curso, un clásico grupo de adolescentes de colegio particular. Con esta canción, sumada a algunas piscolas, las chicas entraban en una especie de trance idealista. Los hombres con más olfato y que se mantenían suficientemente sobrios, entre los que normalmente se contaba, aprovechaban de mostrarse maduros y con profundas inquietudes sociales. Una combinación difícil de resistir en ese contexto de melancólico trance playero. "Tanto tiempo, tantos kilómetros, tanta gente en el camino, pero la misma mierda de canción de fogata", pensó. "¿Así pretenden cambiar de plano espiritual mañana? ¡Cero evolución!", se dijo. No tenía nada en contra del pobre Gatti, pero esos 3 ó 4 acordes habían perdido toda capacidad de conectarlo con espiritualidad alguna. Sin embargo, en términos generales, la canción seguía teniendo algún efecto en la audiencia: Maite apoyó su cabeza en su hombro. Eso era un buen indicio. Le dieron ganas de llegar rápido a Caldera y de que pasara lo que tenía que pasar. Luego lo pensó mejor, y deseó no llegar nunca a su destino; le hubiese gustado permanecer siempre así, con una extraña dormitando en su hombro, rodeado de personajes, en medio de una estrafalaria aventura, camino hacia un incierto desenlace. Recordó el tema "Still of The Night" de Whitesnake, "Esperando la noche". Pensó en esta canción como su himno de batalla. Esos riffs eléctricos eran verdaderas bocanadas de poder que lo cargaban de energía, usualmente mientras se vestía, antes de partir a una cita, a una fiesta o a un carrete, en que estuviera trabajando en una conquista, o que por lo menos existiera la posibilidad de concretar algo con una chica que le gustara.

"In the Still of the Night
I hear the wolf howl, honey
Sniffing arrond your door
In the Still of the Night
I feel my heart beating heavy
Telling me I gotta have more"

Cayó en cuenta que el momento en que ponía ese tema y le subía el volumen a la radio, era el instante más feliz del día, pues condensaba todas las esperanzas, diluía todos los miedos, desvanecía los fantasmas. En definitiva constituía un alarido tribal, un grito a la noche, un aullido potente símbolo de la bestia que se esconde dentro de todo hombre, incluso del nerd más enquilosado en la era de la información. Sólo había que saber despertar ese fuego. Gabriel se apoyaba bastante en su chaqueta de cuero negro, que le daba el elemento "agressor" y le ayudaba a construir el personaje que quería proyectar: un tipo arrojado y transgresor, impermeable a la opinión del resto.

En la noche las cosas no siempre resultaban como esperaba. Muchas veces sus conquistas terminaban en el más sonado fracaso. Pero previo a eso existía ese momento de éxtasis, de tensión y de desafiante espera, en nada distinto al del cazador primitivo, danzando frente a la hoguera, preparándose para la caza. Sumido en estas reflexiones, abrazó suavemente a Maite y cerró los ojos.

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