13/8/10

Jóvenes después de los 80

Recupero este artículo en el que me dí el gusto de entrevistar a cuatro viejos muy "choros". El artículo fue publicado en 2006 y bueno, el tiempo no pasa en vano; todos los entrevistados viven aún, pero dos están muy viejitos, y obviamente ya no son las personas activas que entrevistamos hace 6 años. Mayor razón para dar testimonio de sus recetas para mantenerse activos, vigentes, plenos y felices en un país que envejece rápidamente. A tomar nota, porque el tiempo vuela...

Por Francisco Bañados P.

Por las mañanas, nada en el Lago Villarrica. Después de almuerzo, jardinea y más tarde recorre el campo buscando ramitas secas que le servirán para tallar bailarinas, perros, caballos o pajaritos. De vuelta a la ciudad, reserva sus noches para jugar póker con sus amigos, disertar sobre algún tema contingente en la Logia, o simplemente para pasarlo bien junto a su familia. Es todo un caballero y jamás permite que alguna amiga pague la cuenta del café.

Definitivamente, León Carrasco tiene la agenda y la vitalidad de cuatro veinteañeros sumada a la de un chico de 11. Y no es sentido figurado: a sus 91 años, parece conocer la receta de una vida plena después de los sesenta. Hace 26 años, don "Loncho" se jubiló y dejó sus clases en el colegio y la universidad. Viajó a todos lados con su señora y aprendió a darse el tiempo para disfrutar las cosas simples. Hace algunos años enviudó, pero no se echó a morir: un nieto se fue a vivir con él y la experiencia resultó gratificante. "Eran como dos amigos compartiendo su departamento de solteros", comenta Marcia, su hija. Hace dos años nació su primera bisnieta, y con ella una nueva alegría.

Algunos psicólogos llaman "segunda adolescencia" a esta forma de asumir la tercera edad, una opción que marca un quiebre en 180 grados frente al modelo de los ancianos de antaño.
¿Es don Loncho una excepción? Probablemente. Pero una excepción a la que nuestra sociedad se tendrá que ir habituando. El Censo 2002 reveló que la población que más ha crecido en los últimos años son los mayores de 60 años, y que además este segmento está elevando sus expectativas de vida cerca de un año por cada década que pasa. O sea, vivirán en promedio un año más que quienes cumplieron 60 años en 1996.

La psicóloga Pamela Espinosa sostiene que la sociedad va dejando en evidencia un desplazamiento en las "edades del hombre": los hijos tardan más en abandonar la casa de sus padres, se casan más viejos, y la maternidad tiende a postergarse para privilegiar el desarrollo profesional. ¿Signos de los tiempos y de la globalización?

En paralelo nacen menos niños. Según el INE, la fertilidad chilena es de dos hijos por familia, en el límite de la llamada tasa de reemplazo (2,1). En nuestra región la tendencia se acentúa, pues presenta una cifra de fecundidad de 1,95; considerablemente más baja que la del promedio nacional. ¿La población se está estancando? ¿O será que ahora los viejos son el futuro?

País de lolosaurios

El 2010 en Chile habrá un mayor de 60 por cada dos menores de 15. El 2034 la proporción será 1 a 1. Antes de que termine la mitad del siglo el 25% de los chilenos será viejo. Veremos una población más longeva, pero con una mentalidad distinta porque, a diferencia de anteriores generaciones, desde su juventud habrán estado acostumbrados a consumir marcas, a viajar, a instruirse y a estar más pendientes de su estado de salud.
Esta descripción le calza como anillo al dedo a Gladys Padilla (80). Después de enviudar en 1978 y de jubilar en 1987, jamás le ha cedido un centímetro a la soledad. Lleva años practicando yoga, viajando al extranjero y organizando campeonatos de póker y pollas. "Lali" pertenece a una logia mixta y a un centro femenino, del que ha sido presidenta en dos ocasiones, sin descuidar sus labores de abuela. Según sus cercanos, actividad en que se mete, asume el liderazgo. "Constantemente estoy estudiando temas de cultura, ética, actualidad... Me gusta estar informada de lo que pasa en el mundo, pero con un buen nivel de profundidad", afirma.
Ricardo Placencia (91 años) es, al igual que don Loncho y la señora Lali, todo un pionero en lo que concierne a cambios de mentalidad. "A principios del siglo XX era normal que las familias tuvieran 8 hijos, y que a una persona de 58 años se la considerara anciana. En poco tiempo más, con tanto viejo y tan poco joven, nos va a tocar a los viejos actuar como jóvenes", razona, con sorprendente lucidez.
El "tío Ricardo" está convencido de que la receta de la longevidad es "no hacerse mala sangre y tomarse la vida con humor". También reconoce con picardía, que pudo influir haber jubilado en 1950, y no haber trabajado más desde entonces.
Con esta filosofía, poco le cuesta encontrarle ventajas a la vejez. "Siempre tengo tiempo para hacer lo que me gusta, para conversar con la gente, para hacer trámites en el centro... Y eso sin contar que en el supermercado y en el banco tenemos atención preferente", apunta.
Hace algunos meses murió "de viejo" su amigo más cercano: su perro Richard, que por 15 años lo acompañó a todas partes. Asegura no tenerle miedo a la muerte -en efecto su sección favorita del diario es la página de "los muertos"- y que tampoco le complica programar la ceremonia de su funeral. De todas formas dice que no tiene ningún interés en perderse su cumpleaños número 100, y que ya está empezando a tirar líneas para su discurso.

Equilibrio espiritual

El caso de Godofredo Hecker es diferente. Está a punto de cumplir 80 años y no ha podido jubilarse, porque su pensión es muy baja. Hoy trabaja en la Droguería Alemana, laboratorio que el mismo fundó, pero que hace algunos años se vio obligado a vender.
Pero el "tío Godo" no se complica demasiado, y se las arregla para disfrutar con cosas que debió postergar, siendo más joven. Vive junto a su señora, alejado del ruido de la ciudad, en un campo camino a Santa Juana. En primavera y verano, se levanta de madrugada y camina hasta la punta de un cerro cercano a su casa. Tiene un laboratorio de fotografía, de vez en cuando hace un enguindado legendario, lee y escucha música clásica. Y no sólo eso: cuando tenía 65 años, aprendió a tocar piano. Su último hobby es la caligrafía gótica, y puede pasar horas transcribiendo libros al alfabeto germánico.
Pero nada lo hace más feliz que pasar un rato con sus nietos. "Son mis compinches y mi mayor felicidad. Antes los abuelos eran personas distantes, a los que los niños no podían ni acercarse; gracias a Dios, eso cambió", comenta.
Como buen químico, tiene una fórmula para vivir en plenitud los años dorados: "Hay que olvidarse de las cosas que uno hacía cuando joven; tenemos que aprender a apreciar la vida con otro ritmo y con una mirada diferente. Esta es una etapa linda, que se puede vivir muy bien si uno se cultiva física, intelectual y espiritualmente. Las canas y los dientes son accidentes, pero la arrastrada de pies es signo de vejez".

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