20/12/11

La Adopción: Hijos y padres del corazón



Se calcula que hoy existen cerca de 7 mil parejas en la Región del Bío Bío con problemas de fertilidad luchando por ser padres. Muchas se someten a costosos tratamientos para lograrlo; un porcentaje importante no tendrá éxito. También están los que quisieran intentarlo, pero no pueden costear los tratamientos de fertilización. Este artículo no tratará de ellos, sino de un tercer grupo que eligió una vía diferente para llegar a la paternidad: el camino de la adopción.

Por Francisco Bañados P.

Se conocieron a fines del 2006 en el lugar más inesperado: una estrecha y poco ventilada sala de reunión del Servicio Nacional de Menores de Concepción. Eran tres matrimonios con un punto en común: acababan de iniciar sus procesos de adopción. A poco andar se hicieron amigos, crearon una red e incluso se organizaron para orientar a otros matrimonios. Hoy son padres felices y orgullosos, dispuestos a contar su experiencia. Aquí figuran con otro nombre: prefieren que sea así porque sienten que la historia de sus hijos es algo que pertenece sólo a ellos, y que como padres deben resguardar.
Rodrigo (48) y Paula (41) llevaban cinco años casados cuando les diagnosticaron problemas de fertilidad y comenzaron a realizarse tratamientos para quedar esperando un hijo. “Nos decían que existía un 60% de posibilidades de que lo lográramos. Invertimos muchas esperanzas y también mucho dinero en lo que en ese momento nos parecía la única opción. Pero sufrimos una decepción tras otra; vivimos el duelo y empezamos a conversar sobre la posibilidad de adoptar”, relata Rodrigo.
Isabel (33) y Javier (36) vivieron una experiencia similar, pero abandonaron tempranamente los tratamientos. “Vimos cuál era la opción que nos quedaba y nos preguntamos: ¿Estamos dispuestos a la fecundación in vitro? ¿Queremos tener varios proyectos de vida en un congelador, a la espera de un milagro de la ciencia? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por ser padres? No queríamos doblarle la mano a la naturaleza ni jugar con vidas que no eran nuestras, pues un hijo es mucho más que un mero capricho. Así fue como empezamos a plantearnos la posibilidad de adoptar”, confiesa Isabel.

Javier fue el primero en convencerse, pero Isabel dice que tenía algunos temores. “Le dije a mi marido que no sabíamos de dónde vendría este niño, a lo que él respondió: ‘es cierto, pero sí sabemos a dónde va’. Eso me hizo un click y pude abrir mi corazón”.

Isabel sostiene que cuando se opta por la adopción, se inicia un camino de aprendizaje: “Al comienzo andas a la defensiva y te molestas si te preguntan mucho o si te preguntan poco. Pero es un error pretender que todo tu entorno lo asuma de inmediato y debes educarlo. Nuestros amigos fueron muy importantes, pues hablábamos un lenguaje común. Intercambiamos visiones, reflexionamos sobre la paternidad e incluso lanzamos el blog “Adopta con Amor” para orientar a gente que estuviera en una situación parecida”.

Largo embarazo


La experiencia de vida de José (38) y Beatriz (36) es algo distinta. Ellos tuvieron una hija que nació con un problema congénito y falleció a los pocos meses. Se les informó que existían altas posibilidades de que volvieran a pasar por lo mismo si quedaban esperando otro hijo. “Fue la experiencia más dolorosa, pero nos sentimos orgullosos de haber sido sus padres. Ella es nuestro angelito y el tiempo que compartimos fue un regalo. Pero teníamos claro que los hijos que vendrían después llegarían por otro camino”.

Pese a que la decisión fue rápida, la espera fue larga y tuvieron que pasar años antes que llegara Alonso. “Cuando empiezas un proceso de adopción esperas que todo sea bonito, pero lo romántico se acaba apenas cruzas la puerta del Sename. Encuentras un organismo estatal lleno de reglamentos, donde te lanzan verdades sin filtro. Te advierten el contexto de los niños y las madres, y de los problemas que hay que considerar. A muchos les dan ganas de salir corriendo, pero ellos te explican que lo que importan no son los padres, sino la seguridad de los niños”, relata Beatriz.

José Agrega: “Cuesta entender que habiendo tantos menores en situación de abandono, tome un tiempo tan largo entregar un niño a sus padres definitivos. Duele ver como los chicos crecen y van perdiendo las posibilidades de ser adoptados. Pero luego entiendes las dificultades que existen, las limitaciones legales, los trámites necesarios en tribunales. Se puede tener críticas, pero lo bueno del sistema chileno es que desde el 2005, cuando un hijo llega a manos de los padres definitivos ya nadie puede quitárselos. Antes de eso el tribunal ya ha dictado otra sentencia en la que la progenitora pierde cualquier tipo de derecho sobre el niño y no puede reclamarlo”.

José y Beatriz confiesan que el día del encuentro con Alonso todo su mundo cambió. “Fue como si todo el papeleo previo se transformara en mariposas. Él cupo justo en nuestro abrazo y llenó nuestro corazón. Ese momento fue como si se nos revelara una gran verdad universal: que nosotros éramos sus padres y él nuestro hijo”, cuenta José.

La noticia también fue impactante para el grupo, pues llegaba el primero de sus niños, y con él la confirmación de que todo había valido la pena. Para Javier, el ciclo se cerró cuando recibieron a su hija Francisca: “Tenía sólo dos meses y nos dijeron que no esperáramos muchas respuestas de su parte. Pero se equivocaban: la pusieron en mis brazos, abrió sus ojazos y me sonrió. En ese momento supe que era su papá y ella nuestra hija. Todo finalmente calzaba: las ansiedades, las penas, el largo camino recorrido”.



Genética del amor

Mirando hacia atrás, Rodrigo y Paula sienten que el dolor se transformó en una oportunidad. “Vimos cómo una experiencia dura se convertía en algo maravilloso. Dios tenía claro cuál era nuestro camino, pero nosotros sólo pudimos entenderlo al final, después de haberlo recorrido”, reconoce Rodrigo.

Paula comparte su visión: “Al principio tienes inquietudes que casi te avergüenza confesar. ¿Será parecida a nosotros? ¿Reaccionará como esperamos? ¿Qué personalidad tendrá? Pero al final las cosas resultan más simples. No nos quedamos pegados en la tozudez genética: la genética del amor y de la familia es la más fuerte. Ella es nuestra hija en todos los sentidos posibles”.

¿Y cómo manejan el tema de la adopción puertas afuera? Explican que siempre se está expuesto a los prejuicios, y por tanto están atentos a proteger a sus hijos, no de la mala intención de la gente, sino de la ignorancia. Pero sienten que, educados en el amor, los niños no tendrán ninguna inseguridad respecto a su origen. “Les hemos contado que los hijos llegan de dos formas al mundo: a través de la guatita o del corazón, y que no existe ninguna diferencia entre unos y otros”, dice Isabel.

Agrega Rodrigo: “La adopción no es tema para nosotros. Es parte de la historia de nuestros niños y de nuestras familias, pero no tiene ningún peso específico en lo cotidiano”.
A juicio de Javier, es importante recalcar que la adopción no los convierte en padres especiales. “Aquí no hay solidaridad, generosidad, ni ninguno de esos valores que mucha gente quiere ver detrás de la adopción: sólo el amor que pueden sentir los padres por sus hijos, que se han reunido después de transitar un camino distinto”.

Hoy para estos matrimonios todas las angustias han quedado atrás. Mientras sus papás conversan, los hermanos Alonso (4) y Ema (1) juegan felices con sus amigas Francisca (3) y Constanza (3). El grupo, que originalmente era de seis, ya va en diez, y si Dios quiere en un tiempo más será de doce.

Relativismo e hipocresía

A Beatriz le preocupa la ausencia de una política para fomentar la entrega en adopción. “En los segmentos socioeconómicos altos pareciera estar más validado el aborto que la entrega en adopción. Hay mucha hipocresía y creemos que una campaña podría contribuir a revertirlo. El Sename no puede llegar a todas partes, y es importante despejar los canales para que muchas mujeres sepan que existe esta alternativa”, plantea.

Opina que se necesita un cambio cultural: “Es frecuente en los hospitales que las enfermeras ataquen a las chicas que manifiestan la intención de dar sus hijos en adopción: les dicen que son monstruos por querer abandonar así a sus hijos. Al final se quedan con sus niños, que crecen en situación de abandono y terminan llegando igual a los hogares de menores sin ninguna posibilidad de adopción, porque sus madres los visitan una vez al año”.


Reportaje publicado en revista DIÁLOGO el 18 de diciembre de 2011.

19/12/11

Angel Kreiman: Un rabino camino a Jerusalén


El que fuera durante 20 años líder espiritual de la comunidad judía en Chile, culminará este mes su función de rabino de la Sinagoga de Concepción y partirá a Tierra Santa, dejando atrás una historia personal marcada por el estudio y la fe, la controversia entre sus pares, el horror ante el terrorismo y la tolerancia religiosa.


Por Francisco Bañados Placencia

Por estos días las oficinas de la Sinagoga de Concepción se han llenado de cajas, que en su interior atesoran 2 mil libros, valiosos documentos y 45 años de historia de una de las personalidades más relevantes de la comunidad judía en Chile: el rabino Ángel Kreiman. Sus pertenencias serán instaladas en un barco y dentro de algunas semanas llegarán a su destino definitivo: Jerusalén.

Por supuesto, el rabino partirá también. Y aunque le quedan algunos días en Concepción, buena parte de su cabeza pareciera estar ya en Tierra Santa, cumpliendo con el sueño de todo judío, o como dice él, de cualquier devoto del Judaísmo, el Cristianismo o el Islam. “En Jerusalén el Shabbat se vive todos los días. Parece como si la gente allí no caminara, sino que levitara. No hay otra ciudad con esa mística, que no sólo siente la gente de fe, sino también los turistas superficiales”, comenta, con los ojos brillosos de emoción.

Dentro de poco cumplirá 66 años y se acogerá a la jubilación que ofrece Israel a todos los judíos residentes. “No es mucho, pero es una gran tranquilidad que el Estado se haga cargo de mis gastos médicos, que no son pocos”, explica el rabino, quien padece de diabetes y es insulinodependiente. Una de sus tres hijas vive allá y él buscará un pequeño departamento en el casco histórico, que le permita visitar caminando el Muro de los Lamentos y otros hitos sacros de la ciudad.

Entre dos tierras

Angel Kreiman nació en Buenos Aires en 1945, pero ha vivido y trabajado la mayor parte de su vida en Chile. Pese a que sus padres no eran judíos observantes, desde pequeño quiso ser rabino, por lo que a los 17 años entró al seminario, en paralelo a sus estudios de Derecho. En 1966 se le encomendó viajar los fines de semana a Chile a generar un movimiento juvenil de renovación en la Sinagoga de Santiago.

En 1972 fue nombrado Gran Rabino de Chile, cargo desde el que tocó afrontar lo que la comunidad israelita consideraba un viejo fantasma: la amenaza del marxismo. “Muchos judíos ricos se fueron del país, temiendo que se repitieran las persecuciones del comunismo soviético. Pero la verdad es que el Presidente Allende fue bastante deferente con nosotros. En tiempos en que costaba encontrar otra cosa que no fuera carne de cerdo en Chile, nos permitió faenar vacunos según la tradición kosher para nuestra comunidad”.

En agosto de 1973 participó en un grupo de pacificación entre el gobierno y el parlamento, encabezado por el Cardenal Silva Henríquez, y en el que participaban también los obispos luterano y metodista. “Frei Montalva, entonces Presidente del Senado, insistió que de esto saldríamos sólo ‘a punta de fusil’. Hicimos un oficio por la paz en la Plaza de la Constitución el domingo 9 de septiembre, pero lamentablemente no sirvió de nada”, recuerda.

Tras el Golpe de Estado colaboró con la Vicaría de la Solidaridad y ayudó a sacar del país a 17 judíos de izquierda. Dice que incluso trasladó a algunos en el maletero de su auto. “Fueron tiempos difíciles, pero el General Pinochet fue cauteloso con nosotros, porque no quería ser acusado de antisemita. Hubo judíos poderosos que me acusaron de “rabino rojo”, y hubo otros tantos que me imputaron ser colaboracionista del régimen. Yo tengo mi conciencia tranquila porque siempre obré de acuerdo a mis principios y mi rol”, señala.

En 1990 volvió a Buenos Aires como Gran Rabino de la Congregación Israelita de la República Argentina, y su esposa Susy fue nombrada directora de la Bolsa de Trabajo de la AMIA. En ese lugar sobrevino la tragedia: en julio de 1994 terroristas islámicos hicieron estallar una bomba que costó la vida a 85 personas. “Estuve ocho días en la búsqueda de los pedazos de mi esposa. Me dije: si me enojo con Dios me quedo totalmente solo. Me cuesta mucho entender cómo se manejan aquellos que niegan la existencia de toda espiritualidad. Dios es el sostén de mi vida; la ilusión de reencontrarme con mi Susy y mis seres queridos me permite vivir”, confiesa.

Eclipse espiritual

Tras esa terrible experiencia volvió a Chile para dirigir la Sinagoga de Concepción. Desde esta plaza pudo trabajar más tranquilo en una de sus grandes pasiones, el diálogo interreligioso, en especial con la Iglesia Católica a través del Arzobispado de Concepción y de colaboraciones con el Opus Dei. “Yo comparto plenamente los postulados del Papa Benedicto XVI, a quién tuve oportunidad de conocer en Jerusalén en 1996. Él habla de la urgencia de evaluar la presencia de los contenidos esenciales de la ley moral y natural en la sociedad contemporánea, en la que parecen haberse oscurecido verdades morales naturales, indiscutidas y vigentes desde antiguo”, reflexiona.

A su juicio, el mundo atraviesa hoy una crisis espiritual que se manifiesta en el consumismo, la ignorancia, el materialismo, el secularismo y un cientificismo superficial: “La religión es una respuesta a las preguntas últimas del hombre. En cuanto las dejamos caer en el olvido, la religión entra en crisis. Nuestra tarea primordial es revisar las responsabilidades que tenemos los religiosos en nuestras propias derrotas. El hombre contemporáneo es individualista y sólo escucha una sola voz: la de su propio YO. Nuestro desafío es contribuir a que la sociedad deje de lado esa soberbia y ese vacío y vuelva a dialogar con Dios”.

Artículo publicado en revista DIÁLOGO el 18 de diciembre de 2011.