5/8/10

Furia en dos ruedas



Bocinazos, contaminación, tacos, miles de conductores que regresan a sus casas después del trabajo... un martes como cualquier otro en la Alameda. Pero esta vez hay algo distinto, fuera de lugar. Cerca de 500 personas se toman la principal avenida de Santiago, pedaleando arriba de sus bicicletas de todos los tamaños y colores. Son los "Furiosos Ciclistas", un movimiento abierto nacido en 1995 que tiene como principal objetivo fomentar el uso del velocípedo como medio de transporte urbano.

Sólo hay una forma de entenderlos: subirse a una "cleta" y pedalear junto a ellos entre micros y automóviles, obligando a las máquinas a ceder, durante 30 minutos, la soberanía absoluta de las pistas. El primer martes de cada mes, grupos de "Furiosos" provenientes de distintos puntos de la capital convergen en la plaza Italia, a eso de las 8 de la noche. Allí se reúnen las delegaciones que vienen pedaleando desde sectores tan alejados como Gran Avenida, La Florida, Ñuñoa, Plaza Brasil o Escuela Militar.

Minutos más tarde se inicia el recorrido masivo por la Alameda. Los ciclistas se toman en forma ordenada dos pistas de la arteria. El frente, los flancos y la retaguardia son cubiertos por "Furiosos" organizadores, que velan porque la masa no se desbande. Además, en la cola pedalean los encargados de primeros auxilios, quienes están prestos a actuar, en caso de accidente.

La delegación es escoltada por un par de carabineros en moto - que supervisan que esta singular protesta se mantenga dentro de los cauces "normales"- y por los infaltables canes callejeros que, no menos entusiastas que los pedaleros, los acompañarán con la lengua afuera durante gran parte del trayecto.

Desde arriba de la bicicleta, la ciudad se ve diferente. El temor a que en algún momento aparezca un "furioso" automovilista que barra con la competencia se supera a las dos cuadras. Después, comienza el placer: los tacos dejan de importar, el ruido ya no molesta, el estrés desaparece.

La masa es heterogénea: en ella se confunden ancianos, adultos, jóvenes y niños; ciclistas vestidos ad hoc y ejecutivos de traje y corbata; acomodadores de autos, médicos, profesores, estudiantes... "muestras representativas de toda la sociedad", se jactan los "Furiosos". Y es que durante el recorrido todos son iguales, en medio de una especie de catarsis colectiva donde se confunden en el vértigo de la velocidad, consignas a favor del uso de la bicicleta y alaridos al mejor estilo cherokee.

Antes de llegar a La Moneda y aprovechando un semáforo en rojo, los pedaleros desmontan y alzan las bicicletas por sobre sus cabezas, gritando cual hueste de guerreros escoceses. En sus ojos reluce el sueño de un Santiago posible: un Santiago en bicicleta.

El grupo sube por Bandera en dirección a la Plaza de Armas y allí, frente a la Municipalidad y sin incidentes que lamentar, finaliza el recorrido. Los clanes vuelven a ordenarse por sector e inician el retorno a sus comunas. La misión se da por cumplida: los "Furiosos" se tomaron el poder.

Confesiones de una furiosa

El Movimiento Furiosos Ciclistas nació en Santiago en 1995. No tiene jerarquías, funciona en forma horizontal y tiene como primera y única máxima "existir disuelto". Por ende, dicen, "la militancia activa y consecuente se logra pedaleando". Entre otros aspectos, buscan incentivar y masificar el uso frecuente de la bicicleta, ser reconocidos legal y culturalmente como usuarios legítimos de las vías, crear un entorno seguro y reducir la tasa de accidentes.

Andrea Orozco, relacionadora pública de la Bolsa Electrónica de Chile, se hizo "Furiosa" en 2001 y de ahí en adelante no se bajó más de su bicicleta. A diario pedalea hasta su trabajo, a sus clases de flamenco e incluso "carretea" sobre ruedas. Antes de entrar a los "Furiosos", Andrea pedaleaba sólo en forma recreativa y no se atrevía a usar las calles. Pero una frase del movimiento la ayudó a dar el gran paso: "Los automovilistas no andan persiguiendo ciclistas para atropellarlos".

Confiesa que, aunque tuvo malas experiencias en automóvil, su principal motivación para vivir su vida en dos ruedas es el mero placer de pedalear. "Desde tu 'cleta' ves la ciudad de otra perspectiva. Antes lo único que quería era irme de Santiago, me parecía invivible. Pero ahora lo encuentro mucho más amigable; la bicicleta me permite disfrutar rincones de la ciudad que en auto jamás podría apreciar. Me da pena ver a los conductores estresados o a la gente apiñada en las micros... Muchos asocian a la bicicleta con la falta de recursos para comprar un auto, pero la cosa no es así. En realidad, no saben lo que se pierden", explica.

Por Francisco Bañados P.
Publicado en Cuerpo de Reportajes de El Mercurio.
Domingo 12 de octubre de 2003.

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